Bomba de humo by Laura Santolaya

autor:Laura Santolaya [Santolaya, Laura]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2022-06-01T00:00:00+00:00

17

Tal y como imaginaba, la noche fue un infierno. Me desperté por primera vez a las tres de la mañana, cuando los últimos en llegar de fiesta se acostaron. Las escaleras se escuchaban como si alguien estuviera pisando una montaña de cadáveres y la puerta de la habitación se cerraba con la misma delicadeza que una catapulta medieval. Las alarmas de los más madrugadores habían sonado a las seis e intentaban salir de la habitación como ninjas puestos de crack. A las seis y media, en la cama de al lado, una chica comenzó a vestirse a través de un proceso que consistía en golpear la hebilla de su cinturón contra el suelo. Muchas veces. Sobre las siete, unos franceses empezaron a correr por el pasillo al grito de «Dis bonjour à ma baguette». Intenté taparme los oídos con la almohada, que resultó tan insonorizante como meterme una loncha de chóped en los oídos. La habitación olía igual que una clase de adolescentes después de haber hecho gimnasia, así que a las siete y media decido levantarme con los ojos todavía inyectados en sangre.

Me pongo un pantalón vaquero corto, una camiseta blanca y bajo las escaleras atraída por el olor a café recién hecho y tostadas. Toda esa gente que desayuna todavía medio dormida en el salón me parece incluso más joven que la noche anterior. No creo que nadie supere los veinticinco, aunque es bastante obvio: quién en su sano juicio con el sueño ligero, un trabajo estable y sin estar en su año sabático o de Erasmus se va a alojar en un lugar de esas características. Me acuerdo de Candy. Un imberbe que ronda los veintipocos trata de cantar y tocar con una guitarra imaginaria Losing my religion mientras otra chica colorea mandalas tarareando algo sentada en un sofá. Los franceses leen en alto El hombre en busca del sentido y una pareja echa una pelea de dedos a gritos. Parece que todos los hobbies extraños del planeta se reúnen en este lugar. Me imagino a sus familias con un cojín sobre las piernas preguntándose si esas aficiones son algo de lo que quizá deba estar al tanto la policía.

Lo que no entiendo es por qué toda la gente que viaja es tan molesta. ¿Por qué no pueden fastidiar en silencio? Los ingleses tratan incesantemente de echar un polvo acercándose a cualquier cosa que se mueva. Los europeos se quejan por todo odiando, en especial, los lugares con gente. Los americanos solo quieren hablar con otras personas sobre Estados Unidos y los españoles intentan encontrar a otros españoles con quienes reafirmar que no hay mejores playas que las patrias. Lo que une a la mayoría es que pueden pasar de la sobriedad al coma etílico en cuestión de quince minutos y después quedarse inconscientes sobre una cama. Nunca he adivinado si la causa de esto último es cultural o de la búsqueda, aunque efímera, del placer.

Me siento muy mayor para involucrarme en cualquier tipo de actividad. Todo

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